Cannon es policía, sí. Pero no es un policía ordinario. Es joven y risueño, bromeando todo el día para desesperación de sus compañeros y, especialmente, de su jefe. Ninguna tarea le resultaba imposible. Se sentía indestructible. Y lo era. Al menos hasta que ingresó a la prisión.
Su última misión, antes de abandonar la policía, fue infiltrarse en la prisión para acabar con la distribución de drogas. Casi enseguida logró contactar al “Gran Hombre” y se unió a su red criminal como contador. Así pudo obtener suficiente información para acabarlo, pero con tal mala suerte que el propio alcalde estaba involucrado en la actividad. Tres meses pasó Cannon enterrado vivo, apenas mantenido con vida como diversión. Fue rescatado gracias al hombre que salvó de morir y a quien le explicó lo básico para sobrevivir hasta su libertad. Cannon recuperó la libertad, sí. Pero ya no es policía. Tampoco ríe. Y se ha refugiado en las cloacas de la ciudad, lejos del ruido, de la gente, hundiéndose más y más en el infierno.
Desde entonces ha ayudado a una mujer a recuperar a una jovencita de una red de prostitución con el único incentivo de seguir recibiendo camisas viejas para pintar sus imágenes de encierro. En otra ocasión vengó la absurda muerte de un payaso que protegía a su niñita.
Pero Cannon resultó ser una de esas personas que son atraídas por la desgracia como las polillas a la llama de una vela. Y si el horror de ser enterrado vivo no fue suficiente, su antiguo amor regresa del pasado necesitando su ayuda. Varese, el ricachón que se casó con ella, ha venido a pedirle que la rescate de sus raptores. Cannon accede porque todavía hay algo de humanidad en él que se despierta con el nombre de Ariana. Pero no es más que una burla del destino. Ella no ha sido secuestrada: está escondida para testificar contra su esposo. El esposo que usó a Cannon para hallarla y matarla. Y en el torbellino de su locura, de su dolor, Cannon hace lo único que sabe: impartir justicia. Su justicia.
Y así ya no estará solo en su infierno. Varese le hará compañía.
Un policía que de la noche a la mañana enfrenta un horror sin nombre y sobrevive. Pero ya no es el mismo, ya no ríe, solo es una cáscara vacía que se esconde en las sombras.
Su superior inmediato. No entiende cómo Cannon puede entrar cada mañana con una sonrisa al precinto. Ahora debe soportar con dolor en lo que se ha convertido.
Su antigua novia. Se casó con un mafioso de apellido Varese y después de unos años, declarará en su contra bajo el programa de Protección de Testigos.
Guión: Walter Slavich
Dibujo: Ángel “Lito” Fernández
Cannon es policía, sí. Pero no es un policía ordinario. Es joven y risueño, bromeando todo el día para desesperación de sus compañeros y, especialmente, de su jefe. Ninguna tarea le resultaba imposible. Se sentía indestructible. Y lo era. Al menos hasta que ingresó a la prisión.
Buenos Aires, 1941, más conocido como Lito Fernández. Dibujante argentino de historietas, cursó estudios de dibujo en la Escuela Panamericana de Arte con Alberto Breccia y Ángel Borisoff. Publicó su primer trabajo en la revista Día D, con guion propio. Colaboró luego en Hora Cero y otras publicaciones de la Editorial Frontera. Tuvo el personaje de «El hombre cometa» en la revista Poncho Negro. Hugo Pratt lo convocó en 1963 para dibujar Misterix. Dibujó luego personajes e historietas sueltas para la Editorial Columba; el más destacado, Dennis Martin, con ...
Leer másGuionista de historietas y de televisión. Sus principales géneros son el policial negro, ficción y terror. Comenzó su carrera como guionista de historietas en los '80 donde escribió junto con Mazzitelli "El príncipe de la oscuridad" y "Dinastía maldita", el primero dibujado por Saichann, y el segundo por Alcatena. Entre los guiones escritos enteramente por él están, por ejemplo, las miniseries como "Nielsen", "Mulato" y "Raíces del misterio". Para Ediciones Record produjo "Viracocha" y "Los días del gitano". Con Horacio Lalia continuaron con "Nekrodamus", quien había sido cre ...
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