Hoc siente una necesidad imperiosa de abandonar Vehículo, el único sitio seguro que conoce en todo el universo. No sabe por qué. No recuerda ni siquiera su nombre, y no lo sabría de no ser por los robots asistentes que lo despertaron en el hospital. Presa de esa ansiedad, cuestionando todo lo que le han dicho sobre la invasión a la Tierra por parte de los marcianos, logra aliarse con otros dos seres humanos para escapar al exterior. No sabe qué hallará, pero siente que la verdad está allá afuera. Armado con un fusil, los tres humanos logran abrirse paso. Pero solamente él consigue llegar al exterior. Horrorizado ve como sus amigos son diezmados por los robots gendarmes. Y en medio de ese horror, descubre otro más grande: su cuerpo no es humano. La herida de su pierna le muestra circuitos eléctricos y cables. Rápidamente comprende que es un ciborg, un cerebro humano dentro de una máquina. Y eso refuerza su anhelo de ver el afuera. Allí se encuentra con la verdad: no son los marcianos quienes han comenzado una invasión. Es su especie, los terrestres, quienes invaden Marte, aniquilando todo a su paso. Hoc descubre que la verdad está sepultada entre capas de mentiras. Debe saber. Saber por qué alguien se tomó el trabajo de convertirlo en una máquina. Y para ello decide luchar contra los mentirosos, uniéndose a las huestes que defienden el moribundo planeta rojo.
Su anhelo de respuestas lo llevan a convertirse en el líder de la resistencia, en el Señor de la Guerra. Pero eso no lo satisface, necesita respuestas concretas. Así conoce a Zedh, un científico con más de mil años vividos que sólo anhela conocimiento. Con su promesa de devolverle un cuerpo humano, Hoc emprende su nuevo objetivo: recuperar su cuerpo de la nave madre terrestre. Claro que conseguir llegar a ella no es tarea fácil. En el camino se topará con enemigos, con seres vivos y mecánicos, con monstruos que se tornarán aliados por necesidad. Finalmente, cual recompensa por su inagotable perseverancia, Hoc recupera su cuerpo. Y junto con él, su memoria. Él, que ha sido traidor a sus congéneres terrestres, que ha jugado un papel importante en la liberación de Marte, no deja de ser un humano. Un extraño sin futuro. Un paria destinado a vagar por el cuarto planeta del sistema solar.
Un humano que debió ser separado de su cuerpo y encerrado en un androide. Despierta sin memoria, pero con una irrefrenable sed de verdades. Su misión es recuperar su cuerpo para volver a ser humano.
Guerrero marciano que le perdona la vida y se torna su amigo.
La bella portadora de espadas. Su corazón late fuerte en la cercanía e Hoc, quien no tiene ojos más que para su meta.
Un robot predador construido por los antiguos marcianos que reconoce a Hoc como un igual y lo ayuda a ingresar en la itinerante Ciudad Muerta.
El antiguo, es un longevo científico que siente curiosidad por Hoc y en su afán de entenderlo le promete regresarle su cuerpo humano si logra traérselo. O si le trae cualquier otro cuerpo.
Guión: Alfredo Grassi
Dibujo: Lucho Olivera
Hoc siente una necesidad imperiosa de abandonar Vehículo, el único sitio seguro que conoce en todo el universo. No sabe por qué. No recuerda ni siquiera su nombre, y no lo sabría de no ser por los robots asistentes que lo despertaron en el hospital. Presa de esa ansiedad, cuestionando todo lo que le han dicho sobre la invasión a la Tierra por parte de los marcianos, logra aliarse con otros dos seres humanos para escapar al exterior. No sabe qué hallará, pero siente que la verdad está allá afuera.
Nació en San Vicente, Santa Fe, el 9 de julio de 1925 Guionista, escritor, traductor, poeta, cineasta y periodista argentino. Comenzó a publicar en 1946 (con el seudónimo Fred W. Seymour, que seguiría utilizando durante muchos años); se trataba de una novela policial breve, el primer capítulo de la novela "Quedaron tres tumbas en Venus", que por la desaparición prematura de Centuria no pudo aparecer en forma completa hasta casi veinte años más tarde. Desde 1952 colaboró en la revista Bucaneros, y luego en las editoriales Columba y Récord, entre muchas otras, usando varios ...
Leer másCorrientes, 25 de mayo de 1942; Buenos Aires, 11 de noviembre de 2005 Olivera nació en Corrientes (Capital), donde estudió dibujo y pintura con Rubén Vispo. A los 20 años dejó la ciudad para trasladarse a Buenos Aires, donde publicaría sus primeros dibujos en Vea y Lea y Leoplán mientras estudiaba en la Escuela Panamericana de Arte con Hugo Pratt y Alberto Breccia; su estilo cargado y detallista, influido por Breccia pero también reminiscente de la obra de John Buscema o Frank Frazetta, atrajo la atención de la editorial de Héctor Germán Oesterheld, para cuyas revis ...
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