Justo cuando empezaba a preocuparse por lo liviana que resultaba su faltriquera vacía, la providencia coloca frente a sus narices al pobre ciego que busca, infructuosamente, su noble corcel. El joven Blas, ni lerdo ni perezoso, ya empieza a maquinar una forma de ganarse unas cuantas monedas apenas abre la boca ofreciendo su ayuda. Hipólito Bellester, tal el nombre del caballero ciego, no es un hombre al que resulte fácil engañar, y al aceptar la ayuda de Blas lo deja bien claro. Así, establecida las reglas de la colaboración, parten en busca del señor de Malfei para retarlo a duelo por haberle robado a la mujer con la que iba a casarse. Ya en el castillo, el ciego convence a su odiado contrincante de batirse a duelo igualando las condiciones de ambos: oscureciendo la sala de armas, ambos estarán sumidos en la oscuridad. Sin embargo Blas, que ha tenido una conversación con la mujer deseada por esos hombres, decide intervenir en los planes del ciego (que no por ciego ha dejado de ser un genio malvado) imitando la respiración de Malfei. Aun habiéndose preparado para ese combate, Bellester no concreta su cometido y Blas es recompensado por su ayuda. Claro que el agradecimiento se termina cuando Blas toma su propia recompensa colándose en el dormitorio de la sobrina de Malfei, por lo que termina obligado a huir sin ropas en medio de la noche.
Para salir de esa situación, se le ocurre llamar a una casa y solicitar ayuda argumentando que cuatro forajidos le han asaltado. La providencia quiere que, oportunamente, en esa región hubiera cuatro bandidos conocidos como los hermanos Mercurio. Blas se ofrece a ayudar, sobre todo, porque la recompensa es la hermosa Grisélida. Pero sus embustes no le sirven de mucho y su rival es el afortunado que desposa a la joven. Lamentablemente, se excede en la celebración y la noche de bodas la pasa durmiendo la borrachera. Claro que las desgracias de algunos son la suerte de otros: en la oscuridad de la noche, la hermosa Grisélida es incapaz de notar que quien se roba su virginidad no es su flamante esposo.
Un joven truhan que se gana la vida con el menor esfuerzo posible y seduciendo bellas jóvenes en las tierras españolas del siglo XVII.
Guión: Carlos Trillo
Dibujo: Oscar Garibaldi
Justo cuando empezaba a preocuparse por lo liviana que resultaba su faltriquera vacía, la providencia coloca frente a sus narices al pobre ciego que busca, infructuosamente, su noble corcel. El joven Blas, ni lerdo ni perezoso, ya empieza a maquinar una forma de ganarse unas cuantas monedas apenas abre la boca ofreciendo su ayuda. Hipólito Bellester, tal el nombre del caballero ciego, no es un hombre al que resulte fácil engañar, y al aceptar la ayuda de Blas lo deja bien claro. Así, establecida las reglas de la colaboración, parten en busca del señor de Malfei para retarlo a duelo por haberle robado a la mujer con la que iba a casarse. Ya en el castillo, el ciego convence a su odiado contrincante de batirse a duelo igualando las condiciones de ambos: oscureciendo la sala de armas, ambos estarán sumidos en la oscuridad. Sin embargo Blas, que ha tenido una conversación con la mujer deseada por esos hombres, decide intervenir en los planes del ciego (que no por ciego ha dejado de ser un genio malvado) imitando la respiración de Malfei. Aun habiéndose preparado para ese combate, Bellester no concreta su cometido y Blas es recompensado por su ayuda. Claro que el agradecimiento se termina cuando Blas toma su propia recompensa colándose en el dormitorio de la sobrina de Malfei, por lo que termina obligado a huir sin ropas en medio de la noche.
Carlos Trillo comenzó su labor profesional en 1963 y al año siguiente entró a trabajar en la revista Patoruzú (en la que colaboró hasta 1968) y luego en la editorial García Ferré, escribiendo para esta última cuentos y notas de estilo periodístico además de guiones para las series de historietas de la publicación: Hijitus, Antifaz, Topo Gigio y La Familia Panconara, entre otras. En 1972 ingresó a la revista Satiricón, donde trabajó junto a Oswal, Horacio Altuna y Lito Fernández. Madurezeditar En 1975 pasó a la revista Mengano, en la que colaboró desde el número uno con Altuna ...
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